¿Dónde mirar?

El Banco Santander absorbió por fin al Banesto para crecer. Ellos. «Por mayo será, por mayo, / cuando arrecie la calor: / cuando cante la calandria / y responda el ruiseñor.» Quizá sean los pájaros y los bancos los únicos que aquí tengan ganas de cantar: los bolsillos los sostienen las sinergias. Los clientes carecen hasta de ventanillas. El resto nos conformamos con el cierre de 700 oficinas y la correspondiente reducción de plantillas. Como si las palabras en diminutivo redujeran nuestras posibilidades al aumentar nuestra escasez. Ay, feliz paradoja: las acciones del Banesto han subido: un juego cuyas reglas ignoramos. Quizá sea preferible que, como en un espectáculo de circo, se devoren los bancos, y asistamos indiferentes a su juego. ¿El nuestro es otro, en el que aristócratas, famosos de pacotilla cuché, empresarios entre grises y pardos usan las redes de la trama china para enriquecerse con dinero negro en efectivo, que no entiende de razas? No; tampoco ese. Unos y otros nos han quitado el mundo en el que el sol salía y se ponía. Y soñábamos creyendo, ay, que éramos sus dueños. Y que para nosotros fue creado.